dissabte, 3 de maig del 2014

03/05/14. Juan-José López Burniol. Antes muerta que de todos. España es una pirámide cuyo vértice está en Madrid y en la que todo el poder político, residenciado en dicho vértice, ha estado y está sin interrupción en manos de una casta...

Benvolguts,

És un article il·lustrat, profund, i que explica raons i conseqüències de la creació de l’Estat espanyol a partir del Regne de Castella, així com de la situació de les relacions entre l’Estat espanyol i Catalunya des de fa cent anys i escaig, ajudat dels conceptes de separatisme i particularisme d’Ortega y Gasset...

Ja sabeu que en López Burniol i jo no coincidim en gairebé res. Ell és federalista i jo no. Ell està encara enlluernat amb l’Espanya invertebrada, però eterna, de l’Ortega y Gasset i jo tampoc. Avui publica un article trampós perquè fa dir tot el que ell no vol dir als seus personatges (com en un espectacle de titelles), que són un professor que assisteix a una de les seves conferències o l’Ortega de l’any 1922. I encara triant les frases que li interessen...

El títol de l’article podria ser també: Mia o de la tumba fria, o antes partia que doblá!

Se li ha d’agrair certament al López Burniol que parli de “dinámica secesionista” i que no parli de “deriva independentista” com l’ABC, o de “crispació” o de “ambient crispat” com la tal Rosa Díez o en Pere Navarro o “d'una escalada de tensió” d’un individu de nom Matias Alonso, oficial d’artilleria de l’Exèrcit espanyol i diputat de C’s.

Antes muerta que de todos

Juan-José López Burniol en La Vanguardia

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OPINIÓN

España es una pirámide cuyo vértice está en Madrid y en la que todo el poder político lo ha tenido siempre una casta

Hay un párrafo de España invertebrada que siempre me ha sobrecogido. Escribió Ortega en 1922: “De 1580 hasta el día, cuanto en España acontece es decadencia y desintegración. (…) Primero se desprenden los Países Bajos y el Milanesado; luego Nápoles. A principios del siglo XIX se separan las grandes provincias ultramarinas, y a fines de él, las colonias menores de América y Extremo Oriente. En 1900 el cuerpo español ha vuelto a su nativa desnudez peninsular. ¿Termina con esto la desintegración? Será casualidad pero el desprendimiento de las últimas posesiones ultramarinas parece ser la señal para la dispersión intrapeninsular”.

¿Por qué ha sucedido y sucede así? ¿Cuál es la causa de que coincidiese con la pérdida de Cuba la eclosión del nacionalismo catalán? Centrándonos en los hechos que estamos viviendo en Catalunya, aventuro una respuesta. Dos son las causas que han impulsado e impulsan la dinámica secesionista:

1.       La primera es la ausencia permanente de un proyecto nacional español que sea efectivamente integrador y eficiente.

o   O, dicho con palabras de Josep Maria Bricall: “No hemos de tener un Estado porque somos diferentes históricamente, sino porque nos conviene hoy.

o   El Estado español ha sido incapaz históricamente de resolver los problemas de Catalunya, y no parece que los hechos nos indiquen que esté dispuesto a rectificar.

o   En consecuencia, ha alimentado la sensación de los catalanes de que el autogobierno podría ser más deseable, a diferencia de lo que pasa con la parte de Catalunya incorporada a Francia por el tratado de los Pirineos de 1659″.

o   Lo que significa que es posible aceptar un Estado unitario y centralista como el francés, siempre que, como este, tenga un proyecto nacional integrador y, sobre todo, sea eficaz, ya que “la pertenencia a una sociedad que dispone de unos servicios colectivos que funcionen es un hecho decisivo”. Así -por ejemplo-, el Ducado de Borgoña fue en su día un Estado de un peso superior al de la Corona de Aragón, pero ningún borgoñón reclama hoy autonomía política dentro del Estado francés porque no la necesita para satisfacer sus necesidades y, además, se siente por lo general orgulloso de ser ciudadano francés.

2.       La segunda causa tiene que ver con el poder y, para explicarla, usaré una anécdota personal. Hará un año intervine en un acto, en Madrid, sobre el tema de los temas (Catalunya-España), exponiendo mi tesis de siempre, que se concreta en la alternativa “federalismo o autodeterminación”. Al terminar, un profesor asistente me recriminó por haber pronunciado “un discurso antiguo”. “Ha usado -me dijo- viejas palabras: nación y soberanía”. A lo que respondí, en síntesis, lo siguiente:

o   “No he usado ni una sola vez la palabra nación.

o   He dicho, eso sí, que Catalunya es una comunidad humana con conciencia clara de poseer una personalidad histórica diferenciada y voluntad firme de proyectar esta personalidad hacia el futuro mediante su autogobierno (autogestión de los propios intereses y autocontrol de los propios recursos). Si a eso quiere usted llamarle una nación, llámelo así, y si no quiere, no lo haga, pero la realidad seguirá siendo la que es y, al final, se impondrá.

o   Por otra parte, no he pronunciado ni una sola vez la palabra soberanía. Porque no he venido a hablar de nación ni de soberanía; he venido a hablar de poder. Es decir, a denunciar que España -este trozo de tierra que va del Pirineo a Tarifa y de Finisterre al Cap de Creus- se ha articulado desde hace siglos como una pirámide cuyo vértice está en Madrid y en la que todo el poder político, residenciado en dicho vértice, ha estado y está sin interrupción en manos de una casta -renovada por cooptación- que lleva siglos asentada sobre el Estado, al que considera como una propiedad privada y una sociedad de socorros mutuos; una casta que agota su proyecto en la autosatisfacción de sus propios intereses, prescindiendo de un proyecto nacional inclusivo y resistiéndose por todos los medios a un reparto racional del poder político que detenta”.

Ausencia de un proyecto nacional integrador y monopolio del poder por una casta son las dos caras de una misma moneda. ¿Se han preguntado alguna vez la razón por la que los símbolos del Estado -la bandera y el himno- son tan poco valorados, cuando no francamente rechazados, en algunas zonas de España y por ciertos sectores de la sociedad española, abstracción hecha de su ubicación geográfica? La respuesta es clara, aunque nos duela a quienes quisiéramos que las cosas fuesen de otra manera: porque muchos españoles consideran que la bandera y el himno son los símbolos de un Estado que no es en realidad suyo, sino que lleva siglos usufructuado en beneficio propio por gentes que se tienen a sí mismas como su dueño. Este es a mi juicio el mal profundo de España, responsable de su invertebración y que la está llevando al borde del precipicio en que hoy se halla: que quienes de veras podrían pilotar el cambio o, al menos, no impedirlo siguen fieles a su lema de siempre: antes muerta que de todos.

Joan A. Forès
Reflexions

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