diumenge, 10 de novembre del 2013

10/11/13. Pilar Rahola. Desde hace siglos, la cuestión española es que un lado del puente aéreo cree que España debe ser un pacto entre ciudadanos, y el otro cree que es un coto privado tutelado por unos para vigilar a los otros


Benvolguts,

L’article de la Pilar Rahola analitza la frase de Rajoy: “Reformar la Constitución, ¿para qué?, luego pedirán más, nunca tienen suficiente”.

D’entrada aquesta frase, que és gairebé obligada quan els amos espanyols parlen amb la colònia catalana m’ha recordat aquesta altra treta del llibret de la CCN:

 El AVE de Barcelona a Valencia, ni lo soñeis mientras mandemos nosotros: llegariais a un acuerdo con los valencianos y os podriais acabar entendiendo en la lengua y en otros temas”. Això li va dir Carlos Aragonés, director del gabinet de la Presidència del Govern i persona de confiança del President Aznar, a Xavier Trias. Aquesta conversa devia produir-se en temps del govern Aznar, abans del 2003.

Sempre igual!

O sigui que els catalans sempre “piden mas”. No és que ells ens hàgin escanyat reiteradament en l’etapa contemporània de monarquía franquista des de fa 35 anys (apart dels 40 anys del franquisme, de la guerra, del que cal bombardejar Barcelona cada 50 anys, dels Decrets de Nova Planta, etc), sino que som nosaltres els que sempre “pedimos mas”.

Fixeu-vos en el mot menyspreu que surt sovint i que forma part de l’aforisme del Gandhi comentat fa poc.

La frase: La idea castiza de que España es suya; es una y no se toca queda molt ben explicada en l’acudit gràfic del Perich.

 

Querer más

Pilar Rahola en La Vanguardia

el 8 noviembre, 2013 en Comunicación, Derechos, Libertades, Política, Sociedad

OPINIÓN

Cuando Rajoy lanzó el otro día su enésimo jarrón de agua sobre los esforzados defensores de la tercera vía, usó una expresión que es toda una declaración de principios: “Reformar la Constitución, ¿para qué?, luego pedirán más, nunca tienen suficiente”. Si, además, sale por detrás la sombra alargada de maese Aznar y con golpecito en el hombro paternal le susurra que “se queda tranquilo” cuando defiende la unidad de España, y le recuerda que, como presidente de honor, su función es vigilarlo para que sea “fiel al mandato”, la cosa pasa de clara a transparente. Y ahí radica el problema de la cuestión catalana, que es, desde hace siglos, la cuestión española: que un lado del puente aéreo cree que España debe ser un pacto entre ciudadanos, y el otro cree que es un coto privado tutelado por unos para vigilar a los otros. Por eso se convierten en guardianes del santo grial, necesitan “españolizar” a las huestes díscolas y por eso mismo convierten a la Constitución en una especie de dogma de fe, intocable, inamovible e indiscutible. Lo simpático es que muchos guardianes de la fe constitucional hace dos días la consideraban un anatema. Pero, pelillos del pasado a la mar, la cuestión se dirime entre la idea catalana del regeneracionismo –base de la tercera vía– y la idea castiza de que España es suya; es una y no se toca. Es decir, no es un pacto entre distintos, es una imposición para transmutar lo distinto en igual.

Lo más interesante es lo del “querer más”, concepto que convierte a cualquiera que no esté por la independencia, pero sí por una reformulación de España, como un ser sospechoso que en el fondo es independentista, pero lo esconde. Como si  Duran Lleida o Navarro fueran unos Junqueras camuflados, más sibilinos y menos aguerridos. Y de ahí a considerarlos sospechosos por ser catalanes, va poquito margen. Por supuesto, no han entendido nada de lo que el catalanismo ha significado y significa en la historia de la propia España, pero lo que es peor no es que no lo entiendan, es que lo desprecian. Por eso son ellos los que matan, día tras día, cualquier trayecto que no pase por la vía única. Y por eso mismo, una mayoría ciudadana relevante, tranquila, transversal y sensata, ha decidido viajar en una vía alternativa. No tanto porque quieran más, sino porque están hartos de tener cada día menos, y no vislumbrar ninguna intención de que ello pueda cambiar. Es aquello tan antiguo de los separadores y los separatistas, versionado en su métrica actual como unionistas y rupturistas. Y también ese es el drama de Catalunya y el problema de España: que el Estado lo comparten todos, pero lo tutelan, diseñan y controlan sólo unos. Sobra añadir lo dicho por Pío Baroja: “En España siempre ha pasado lo mismo: el reaccionario lo ha sido de verdad, el liberal ha sido muchas veces de pacotilla”. Por eso andan juntos en la misma vía.

 

Joan A. Forès
Reflexions

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